Podría haber sido mejor. Otro susto, uno más, otro de esos en los que todo el mundo te dice "te vas a matar cualquier día...", una cicatriz más para la colección. La barbilla, el codo, la rodilla, la palma de la mano... Todas cuentan historias de torpeza y suerte.
Después de meses de curro intensivo, sin fines de semana ni horas para entrenar y disfrutar, llegaban los días de montaña, sol, nieve, carreras, y seres queridos. Se venían semanas de disfrute. Y lo estaban siendo. Hasta que en las profundidades de un charco (¿una piedra? ¿una rama?) algo clavara en seco mi rueda delantera y me diera de bruces con la realidad.
Clavícula rota.
Joder. Qué mala suerte. Además, la dura realidad de saber, desde el mismo momento en el que me levanto, que me he roto, y que todas los proyectos e ilusiones que tenía se van a la mierda.
Inmediatamente, mi cabeza borra esquemas y calendarios, y por pura inconsciencia, empieza a hacer nuevos. Es ridículo, porque ni siquiera he sacado la bici del charco, ni sé realmente como voy a bajar hasta el pueblo más cercano, pero no lo puedo evitar. Nuevas fechas límite (estamos en enero, puede que a finales de febrero llegues...), carreras lejanas que se convierten en prioridad, maneras de seguir entrenando sin mover los brazos...
Es absurdo sí, pero es inevitable. No puedo hacer otra cosa.
Podría haber sido mejor, sí, pero podría haber sido mucho peor. Podría haber estado en mitad del monte, y no a menos de un kilómetro de una casa. Un paseo que ahora, 48 horas después, no recuerdo como hice. Podrían haberse roto una muñeca, la pierna. Las dos clavículas. La cabeza. Podría haberme matado.
Hay cosas peores. Podría haberse estrellado mi helicóptero, podría incluso haber ido con mi hija y sus amigas. Estas cosas son horribles, pero desgraciadamente, pasan. Pobre Kobe.
Suena a broma sin gracia, pero este mismo fin de semana, mientras corría, me puse a pensar en si realmente tenía ídolos. ¿Como se define eso? Hay mucha gente a la que admiro y respeto, muchos de ellos deportistas, pero de muy pocos de ellos diría que además de admirarlos, me han inspirado. Y Kobe Bryant era uno de ellos. Él y su Mamba Mentality, ese afán por ser hoy un poco mejor que ayer, no solo en lo deportivo, sino como personas. Él mismo recibió con un gran abrazo y una gran sonrisa, viendo por última vez jugar a su equipo (y encima en su ciudad natal), al hecho de verse sobrepasado como tercer máximo anotador de la historia por LeBron James. Un último gesto que lo define. Un ganador, sí, pero sobre todo un deportista.
Desde luego puedo decir que Kobe Bryant era mi ídolo pese a ser jugador de un deporte que desde los lejanos recreos del colegio no practico (y con la clavícula rota, tardaré en volver a practicar). Pero era un tío que inspiraba, y con una triste y macabra casualidad, incluso su muerte coincide con mi punto más bajo. Y quién soy yo para quejarme de un brazo en cabestrillo, cuando hay gente cuyo helicóptero se estrella cuando todavía tiene 41 años, y su hija 13.
Así que mejor dejo de quejarme y me pongo a trabajar. Van a ser semanas de mierda, en las que me voy a frustrar sin ver mejorías aparentes, pero no me puedo quejar. Tengo gente que me quiere y me va a cuidar, gente se preocupa por mí. Podría haber sido mucho peor.
Gracias Kobe.
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